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“Isla de Perros” convierte una historia de perros desterrados en una épica visual y emocional donde cada detalle es puro Wes Anderson. La animación en stop-motion no solo da vida a cada pelaje y cada expresión perruna, sino que hace sentir la suciedad, el óxido y la basura de la isla de una forma casi táctil. La gente ama la película porque logra un equilibrio perfecto entre el humor absurdo y la nostalgia sincera: esos perros son duros, cínicos, y aún así se arriesgan todo por un niño al que apenas conocen. Además, el uso de la cultura japonesa no es solo estético; Anderson la presenta con respeto y encanto, usando el idioma japonés y el rol de los traductores como un juego que invita a meterse en la historia. Y la banda sonora, con tambores taiko resonando como latidos, le da ese toque final que hace de Isle of Dogs una experiencia única y memorable.
